Capitulo I - La última estrella de Argonath III

Cnaeus levanta los ojos hacia el cielo, haciendo visera con la mano. Se nota nervioso y, tras él, Scipio guarda un profundo silencio. Algo flota en el aire enrarecido, algo que ninguno de ellos puede explicar. No tiene miedo, eso, nunca, pero es una sensación exasperante, tensa, que nace desde dentro y araña las entrañas. De peligro.

La tarde huele a maldad.

-Una estrella temprana.- Masculla con voz queda. Desde lo más alto de la fortaleza de los Ángeles Oscuros, la vista de Argonath III se extiende hasta el infinito. El horizonte parece prenderse en llamas a medida que el sol desciendiende y, más alla, luces azules delatan las naves que vigilan el planeta desde fuera.

Un atardecer mediocre.

En mitad del cielo una luz titila suavemente.

-¿Y?

-Es demasiado pronto, el sol aún no esta bajo.

Kaeso, a su lado, ni siquiera levanta la vista de las escuadras de marines espaciales que forman a sus pies, entrenando su disciplina y su fe. Hasta lo alto de la torre asciende un rugido. Es la respuesta a una orden: decenas de voces fervientes aunadas en una sola. Implacable. Poderosa.

-Déjalo. Me aburres con tu cháchara de explorador. - Dice. Chasquea la lengua.

-Kaeso.- La voz del tercer astarte es ronca y pesada, pero hiende el ambiente como una espada sierra.- Hay que estar atento a todas las señales. ¿Es que no lo notas? Algo va a pasar… La gloria y la muerta se estan arrastrando hasta este planeta.

Scipio alza el rostro, coronado por una nariz aguileña y deformado por las cicatrices. Él es el más antiguo de los tres, y el peso de mil batallas interestelares nublan sus ojos, que se han asomado ya a la oscuridad del vacío espacial.

Pero sus hombros son anchos y fuertes. Aún pueden sostener el peso de mil más.

Descendiendo la mirada del cielo, Cnaeus se vuelve hacia ellos.

-Brilla más y más, a un ritmo anormal. Parece que devora la tarde. No es una estrella ni las luces de una nave.

-Atentos.

El cielo parece revolverse alrededor del centelleo que los marines vigilan. Las nubes se remolinan, y la estrella crece y crece, palpitante, respirando como un monstruo que engorda silenciosamente. Y de repente estira sus tentaculos, como una grieta que nace serpenteando cuando la realidad ya no puede resistir más. La extraña luz parece extenderse como una enfermedad, oscureciendo el cielo y tiñendolo del color de la locura.

Algo acecha, al otro lado.

-Scipio.

-Lo he visto.

Los marines no pueden apartar la vista del cielo, hipnotizados por el perturbador espectáculo que se extiende como la red de una araña. Es difícil no mirarlo. Como un cántico de sirena, una llamada silenciosa surge de esa apertura a otro mundo, seduciendo a aquel que quiere escucharla. Una lasciva promesa de sangre.

Un susurro crece, el siseo de cientos de bestias, y el suelo comienza a temblar al son de los pasos de un ejercito invisible, acercandose como un gusano oscuro erizado de púas.

Pero Scipio se velve, dandole la espalda. Las cicatrices de su cara arden, recordando. Comprendiendo.

-¿Qué agurio es este? - Murmura Kaeso, buscando la respuesta en el más veterano de ellos.- ¿Qué significa?

Con sus inquebrantables manos, Scipio coge el casco, que chasquea suavemente al encajar con la servoarmadura.

-Guerra.

La Crux Terminatus brilla en su hombro con la luz de la disformidad.

...

Comentarios

  1. bueeeno, pues es algo asi como el prologo de la batalla que jugamos Mario y yo el sabado! Siento que no esté muy pulido ni nada, tampoco es que tenga mucha idea de marines... Pero tranquilos, pronto me leere la Herejia! xD

    ResponderEliminar
  2. Joder pues vaya puta pasada!
    Es la primera vez que veo a los Oscuros molar <_< xD

    ResponderEliminar
  3. ya se que el texto mola mucho, pero la primera vez?? gracias... xD

    ResponderEliminar
  4. Ya ves tio! La verdad es que te lo has currado Chinchillosa. Como has conseguido que molen!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario